Los debates que se han dado entorno a los Derechos Humanos (DH), y de estos con relación al multiculturalismo, esto es, a la diversidad de grupos y/o sociedades con tradiciones culturales diferentes, no han escapado de múltiples intervenciones y criticas acerca de la aplicabilidad de dichos derechos de manera universal, asumiendo una supuesta uniformidad a nivel global. De hecho la reaparición de las luchas por la legitimidad de las propias practicas políticas y legales de estos grupos, han generado diversas reacciones tanto en defensa como en contra de dicha “acción particular”.
No obstante, y aunque esto se halla hecho mas visibles en los últimos 50 años, nos encontramos con una perspectiva que pone de manifiesto el trasfondo teórico en el que se ha dado esta relación de oposición entre el universalismo, que se refiere a la aplicabilidad de los DH de una única manera, y el relativismo cultural, que defiende las diferencias culturales. En este sentido nos encontramos con Franz Boas (máximo representante de la escuela del relativismo cultural), y algunos que le han seguido, como Ruth Benedict y Melville Herskovitz. Es indudable que su aporte ha sido importante para el estudio de las sociedades, de sus relaciones e interpretaciones del mundo, pero no debemos olvidar que algunos personajes que de cierta manera han creído en este relativismo, considerándose superiores, han incurrido en actos atroces, en crímenes de lesa humanidad, que de hecho han marcado la historia de la humanidad, como por ejemplo Holocausto Judío.
Diversos hechos de esta índole (diferentes en la magnitud de sus consecuencias) han llamado la atención de la comunidad global que a través de la formulación de los DH han tratado de terminar y regular este tipo de sucesos que resultan aberrantes a todas las sociedades. Esto es ha causa de la carga moral y ética que llevan consigo estos hechos. Premisas como “el derecho a la vida” justifican muchas de las actitudes que desde el interior de las personas reclaman justicia y la garantía de que este derecho sea protegido y que se vele por su cumplimiento. De esta manera las leyes están articuladas por dichos valores morales, lo cual permite que se constituyan como un sistema de regulación de la conducta humana (individual y colectiva), que encuentran su máxima expresión en los DH, los cuales a su vez se encargan de articular esta visión moral de los valores, no desde un punto de vista meramente religioso, si no en una esfera política bajo una coyuntura (como lo fue la segunda guerra mundial) y con ello un contexto en el que se da una definición de lo humano basado en la racionalidad de proteger, por encima de todo, esas premisas y valores morales de protección a la vida.
¿Qué puede ser más importante para la humanidad en su conjunto, si no que este garantizando la protección de sus derechos, tanto individuales como colectivos, de la misma manera para todos? No podemos negar (aunque sea una idea romántica) que la vida es uno de los “bienes mas preciados” que tenemos, junto con esta, la libertad y la igualdad entre otros constituye la forma de pensarse el individuo dentro de una sociedad ¿Qué pasaría si la aplicabilidad de dichos derechos, fuera distinta entre un grupo y otro? Me atrevo a decir que no existirían garantías de nada, podríamos estarnos enfrentando a más casos de genocidio o de tortura. Que la aplicabilidad de los DH sea igual para todo el mundo no entra a chocar con las cosmovisiones o practicas de los grupos indígenas, si no por el contrario los Derechos Humanos posibilitan muchas acciones y luchas reivindicatorias de las diferencias de estos grupos. Por ejemplo Rigoberta Menchú, una indígena Guatemalteca que ha trabajado con los DH para buscar la reivindicación de “la discriminación, el racismo y la explotación” (Tomado del Url: www.wikipedia.org) de la que eran victimas el grupo indígena al que pertenece.
Es así como concluyo, haciendo referencia a un fragmento citado por Richard Ashby “the moral imperative must be to stop crimes against humanity wherever they occur” (2006:238), en el que acude a los DH como la única forma de evitar los crímenes de lesa humanidad. En este sentido, no podemos pensar que la relación entre los DH y las diferencias culturales siempre deben ser de oposición o que una debe prevalecer sobre la otra. Sin lugar a dudas si se establece una relación dialéctica, por el mutuo respeto y por el reconocimiento del pensamiento local por parte del global y viceversa, se podría alcanzar un equilibrio en el que las relaciones nos sean independientes, ni dependientes, si no que se alimenten una de la otra para crecer y mejorar sus formas de existencia.
miércoles, 15 de abril de 2009
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Ana Maria Agredo: Me parece arriesgado creer que la unica forma de evitar los crimenes de la humanidad es a traves de los derechos humanos. Como dice Cristina, en efecto son discursos, y como tal pueden ejercer y detonar multiples usos y significados para cada espacio politico del mundo. La dificultad o tension entre los DH y el RC no existe en un solo nivel, de hecho, es precisamente en los diferentes lugares sociales que ocupan dentro de los conflictos sociales que se encuentra su complejidad, desde la guerra en Irak hasta la no justificada abolicion del clitoris por ejemplo, luego aparantemente encontramos un nivel global, politico de poder y otro local, simbolico, en que se tensionaria las tradiciones culturales. Sin embargo, uno de los elementos que amplia el horizonte del debate es pensar lo cultural mas alla de la tradicion, de la manifestacion, del evento simbolico, y darle elementos de poder y de politica que juegan y entran en contradiccion con otros intereses. Si la abolicion del clitoris es un problema cultural no es solo porque occidente choka con las tradiciones, es que las tradiciones tienen historia, sujetos y vivencias sentidas, no es una manifestacion encapsulada en el tiempo, y si occidente choka con eso no es solo porque culturalmente somos diferentes, es porque culturalmente hemos construido un poder y una manera de ejercerlo en que no aceptamos otra forma de estar en el mundo. El problema va mas alla de si los DH nos hacen mas o menos violentos, el problema esta en que el ejercicio de los recursos para dominar a otros se encuentra localizado en gobiernos que pueden hacer uso del discurso. Si pensamos que los DH nos sirven para ser menos violentos y que relamente asi protegeremos la vida, entonces en nombre de la democracia y la libertad Estados Unidos a ejercido las mayores guerras violando el principal e icono de los DH, el derecho a la vida. Hay que darle al relativismo cultural menos relativismo y mas contenido historico, esto es, pensando la cultura como ejercicio de poder, como espacio de multiples intereses y discursos que van, se mantienen y se transforman en el tiempo. Si bien existen niveles de tension en apariencia, local - global, ambbas tensiones comparten ser ejemplos de discursos e invenciones culturales o de poder, pues realmente las diferencias entre unos y otros van mas alla de las manifestaciones, la diferencias estan en el lugar que ocupan dentro del significado y sentido que hacemos del otro y apartir de ahi de como lo dominamos.
ResponderEliminarCatalina García.
ResponderEliminarConsidero que tanto la posición de Bárbara como la de Cristina, dan cuenta de manera acertada de la defensa que cada una debía presentar en favor de los DH y de la diversidad cultural. Sin embargo, creo que la postura de Bárbara señala con mayor precisión la especificidad de lo que debía estructurar su defensa: el debate central sobre el respeto fundamental por la vida como valor supremo de lo humano que la problemática sobre DH defiende frente a la diversidad cultural. Por su parte, Cristina no tiene problema en exponer con claridad la propuesta 'boasiana' sobre 'relativismo cultural', que si bien es una perspectiva central para entender el debate sobre diversidad cultural, considero que limita la discusión para argumentar a favor de la diversidad cultural. Hubiera sido interesante apreciar en su comentario una profundización crítica sobre cómo hoy entendemos desde la antropología la diversidad cultural, teniendo en cuenta que fuertes han sido las apelaciones al 'relativismo cultural', por mantener una tendencia a reificar la idea de cultura como un todo integrado, de cierta manera 'universal', que en últimas estaría abogando por esencializar lo humano entendido como cultura. No podemos olvidar que la teoría boasiana planteó una defensa sobre la existencia de la multiplicidad de culturas, pero refiriéndose casi que de manera única a la importancia de entender que no todas las culturas tiene el mismo ritmo de evolución, y que por lo tanto no era legítimo compararlas para decidir cuál era más evolucionada que la otra. Esta perspectiva, a mi manera de ver, opaca lo interesante del concepto de diversidad que es convertir en ineficaz el debate sobre la evolución de lo humano en el tiempo, sobre la 'cultura' como un valor esencial de lo humano, abriéndole paso a una manera diferente y (ahí si) diversa de comprender lo cultural desde una perspectiva ética incluyente, y no como un fin en sí mismo.
Tanto Barbará como Cristina se centran en su argumento en defensa bien sea de los derechos humanos o del relativismo cultural, sin embargo considero que el comentario de cristina se detiene bastante en una crítica al derecho internacional más que en la defensa misma del relativismo cultural y por esto parece no profundizar tanto en discusiones que pueden ser interesantes. Coincido con ella (cristina) en que como discursos ambos están basados en relaciones de poder preestablecidas y que si estas no son tomadas en cuenta los efectos en la práctica son y han sido nefastos. Así mismo coincido con Barbará cuando menciona que los derechos humanos han servido en diferentes ocasiones para reivindicar luchas y sacar a la luz hechos atroces, pero lo que no deja de preocuparme es que si bien esto podría ser una herramienta de cambio social quienes lo administran, lo escriben e implementan (o imponen) siguen siendo actores hegemónicos que terminan por juzgar bajo criterios morales (propios) que es lo correcto y lo incorrecto.
ResponderEliminarEs claro para mi sin embargo que los casos son múltiples y la discusión se puede dar a muchos niveles, como bien lo han mostrado otros compañeros, no es lo mismo el ataque del 11 de septiembre que la mutilación del clítoris y aunque ambos son hechos cargados de contenidos culturales particulares la discusión por la tradición y el cambio en la cultura no dejan de hacer tambalear ambos argumentos. Sería preciso buscar una coherencia entre un derecho internacional (que con las condiciones de globalización actuales es muy probable que exista) y una concepción de cultura (como dice Catalina García) que implique diversidad reconciliable e incluyente.
DANIELA BOTERO MARULANDA
Astrid Correa
ResponderEliminarHay elementos centrales en las argumentaciones presentadas, sin embargo coincido con Catalina, al afirmar que el planteamiento de Barbará orienta acertadamente la discusión, porque siguiendo la argumentación planteada por Cristina, es necesario anotar que el entramado del Derecho Internacional es más complejo que su origen, su enunciación y pasa por su uso. A pesar de que el Derecho Internacional aparece como una creación hegemónica, aislada, que responde a modelos más que a realidades, es necesario preguntarse de que otra manera podría ser un derecho “internacional” si no es por la estandarización de principios y mecanismos, sobre todo en un mundo en el cual aun se reproduce (con más frecuencia de la que le gustaría a los científicos sociales) la relación dominado/dominador. En consecuencia cabe preguntarse que es lo que se opone a la perspectiva del relativismo cultural, ¿que no haya posibilidad de consenso en la estandarización de los principios y mecanismos desde las múltiples construcciones culturales e históricas?, o ¿la interpretación de que el Derecho Internacional necesariamente excluye múltiples voces? Porque la figura del Derecho Internacional como lo plantea Barbará no excluye necesariamente la perspectiva del relativismo cultural, pareciera más bien que en este proceso histórico de construcción de instituciones, figuras y mecanismos, aun no le ha llegado el momento del dialogo y al consenso entre estas perspectivas.
La defensa que realiza Barbará es bastante clara, además de utilizar usa argumentos que claramente tocan los valores morales de todos nosotros, uno puede no negar las beneficios de los Derechos Humanos universalistas ya que nos ofrecen unos mínimos claros para garantizar el bienestar de la ‘humanidad’ (concepto bastante difuso) esto no puede cegarnos de lo que implica la imposición de los derechos humanos en todo el mundo, ya que este no es un producto aislado del mundo occidental, los derechos humanos están articulados a sistemas económicos y políticos bastante específicos. Es decir no se pueden ver los derechos humanos aislados de desde donde se producen y quiénes son los que los producen, los derechos humanos son una herramienta de dominación imponiendo ciertos valores adecuados para el expansionismo económico, o acaso ¿ese no fue el caso de Estado Unidos en Irak? Lo que permite esto es la estaticidad de los valores que se promulgan a través de los derechos humanos, es una sola forma de comprender la vida, la libertad, la ‘humanidad’. Por lo cual no digo que se desechen los derechos humanos ya que es un esfuerzo valido por crear una sociedad mucho más justa, pero no podemos olvidar como ya han repetido bastante aquí que los derechos humanos son un discurso con una cierta incidencia en la realidad, y que al final en la práctica los hechos son bastante diferentes como por ejemplo en el estado colombiano. Desde mi perspectiva los derechos humanos funcionan en tanto sean construidos de una forma mucho más amplia es decir descentrando el poder, no tan solo una visión ‘desde abajo’, sino una visión que pueda ser flexible que no vuelva estático los valores que promulga que reconozca el carácter históricos de estos valores y de las grupos sociales.
ResponderEliminarUno de los puntos de discusión que se han desatado a partir de los comentarios, es la instrumentalización de los DH a partir de una serie de ideologías hegemónicas, de intereses de poder políticos y económicos. La discusión que platea Cristina nos abre el marco de análisis, en tanto coloca uno de los discursos más importantes de la historia en una discusión bastante tensa, en tanto se produce también como herramienta y estrategia de poder y control sobre otros (naciones y sujetos). Sin embargo podemos observar que este mismo decurso es el que hoy en día ha permitido la ganancia de luchas y demandas por parte de grupos que en este caso podríamos llamar “subalternos”, o los de “abajo” como dice Cristina (indígenas, afro, minorías sexuales etc.) efectivamente esto hace de los DH una discusión a diferentes niveles, como dice Ana María, en tanto captamos un doble uso, local y global. Por otro lado esta tensión es bastante compleja en tanto entendemos que los DH pueden ser totalizantes imponiendo unos valores, pero más allá de esto, son manipulados y moldeados bajo unos intereses políticos y económicos de unas naciones especificas. Es decir, estos realmente entonces nos rigen a todos, como lo plantea Barbara? Es real y efectivo este discurso? Ya que la sensación que nos queda es que precisamente se degrada esta idea de igualdad, a partir de la fácil manipulación de esta por unas potencias especificas. Sin embargo esto mismo irónicamente, puede ser muestra del relativismo cultural en el que vivimos, pues no todos pueden acceder a los DH de igual manera, ni exigirlos de igual manera y mucho menos manipularlos de igual manera.
ResponderEliminarvalentina